Con “Domingo Design Hotel”, Calamuchita suma “plazas boutique” a su oferta de alojamiento

El sueño de Domingo lleva su nombre. El último proyecto del pibe que a los 22 dejó su Alessandria della Rocca natal, en el sur de Italia, a bordo de un barco escapando de la incipiente Segunda Guerra Mundial y en busca de la “América prometida”, se cumplió.

Con el boleto pagado por el amigo con quien se embarcó en la travesía, Mingo dejó la casa familiar en Palermo, a 150 kilómetros de Sicilia, y llegó en 1939 a Rosario, con la dirección de un primo al que ni conocía en el bolsillo. Y lo encontró.

Las segunda y tercera generación de Domingo Costa (falleció en 2006, a los 89), están a punto de inaugurar un hotel en Santa Rosa de Calamuchita con una impronta innovadora: 18 habitaciones (para parejas) absolutamente distintas entre sí.

“Domingo Design Hotel” hace culto al arte y -como su nombre lo indica-, al diseño. Con un jardín vertical y otros espacios para la lectura y el relax, o simplemente para contemplar por sus ventanales las montañas y la belleza del valle que a Domingo le recordaban a su Alessandria.

La mano de la artesana Ceci Flynn en las lámparas, el sello del escultor Marcelo Caminiti en los gigantes tótems de chapa o las imágenes de animales y paisajes de Calamuchita estampadas en los pasillos con la mirada del fotógrafo Javier Sterbenc. Son algunas pinceladas: el emprendimiento que se inaugura el 11 de noviembre y que abrirá al público dos días después, responde cuidadamente al concepto boutique y a un alto sentido de la estética.

Además de sumar plazas hoteleras de jerarquía en las sierras cordobesas, en un momento complejo para la economía nacional, la familia Costa también incrementará la oferta gastronómica: Buongiorno Ristorante funcionará en la planta baja del hotel para los huéspedes y estará abierto a todo público.

El emprendimiento está ubicado sobre ruta 5, a pocos kilómetros del ingreso a Santa Rosa de Calamuchita desde el sur y dentro del complejo turístico Valle del Sol, que comenzó como camping hace más de 30 años y se fue transformando. Pero para contar esa historia, de nuevo, tenemos que volver a Domingo.

Un gran visionario

El pibe que llegó a Rosario, como tantos otros italianos, escapando del conflicto bélico europeo, comenzó trabajando en el campo del primo. Pero también fue peluquero, entre otras ocupaciones, hasta que consiguió empleo en la metalúrgica Acindar, en Villa Constitución, a 50 kilómetros, en la misma provincia de Santa Fe.

Al tiempo, compró un camión volcador y sumó otro rol, como proveedor de la metalúrgica. “Después, empezó con una empresa de transporte, de corta y larga distancia”, cuenta Juan Pablo Costa (39), el mayor de sus nietos. En ese tiempo, conoció a María, otra italiana que escapaba de la guerra. Tuvieron dos hijos, José y Osvaldo, y la familia comenzó a agrandarse.

De Constitución a Calamuchita

Juan relata que, su abuelo Mingo, junto a un compañero de trabajo, compraron una casa pequeña en Villa Quillinzo, a la que venían cada verano de vacaciones. Con un camión, la camioneta, la lancha, colchones, la nutrida familia se acomodaba para disfrutar de las vacaciones que se prolongaban un mes y medio. “Éramos más de 30”, recuerda esos veranos inolvidables.

Y un día, de paso por la ruta 5, Domingo observó que se vendía un terreno en Santa Rosa de Calamuchita, que le recordó al instante a su Alessandria natal. Eran 5 hectáreas, una casa, una pileta y una cancha de tenis. “Vamos a estar más cómodos que en la casita de Villa Quillinzo”, recuerdan que dijo el “nonno”. En 1988 hizo la transacción comercial y repetía que la operación le había costado 70 mil pesos.

El inmueble para disfrutar las vacaciones en familia se fue modificando. Al tiempo, compró otro campo de cinco hectáreas y se transformó en un camping con proveeduría, el primer formato del complejo Valle del Sol, a principio de los noventa. Luego, construyó diez cabañas y ya pasaba más tiempo en Calamuchita que en Villa Constitución. Los lagos, los ríos, la sierras, eran su Italia en Córdoba.

En un momento, sus hijos con sus familias, que seguían adelante con la empresa de transporte en la provincia de Santa Fe, se turnaban para ayudar los veranos. Hasta que, José decidió mudarse para sumarse al trabajo del complejo turístico de forma permanente, mientras su hermano seguía con la empresa familiar. “Por suerte fuimos nosotros”, sonríe Juan, hijo mayor de José.

En 2001, el emprendimiento sumó un barrio privado con 88 casas, que administran y se alquilan al turismo. “Fue el primer barrio privado con ese concepto y esa modalidad”, agrega. Al tiempo, inauguraron un spa con pileta climatizada y cuatro suites. En esta metamorfosis del producto turístico, el camping dejó de funcionar una década atrás.

Incansable, Mingo comenzó a dibujar en cada servilleta, cada vez que tomaba un café con alguno de sus seres queridos, el proyecto que le faltaba: un hotel.

“El nos trasladó su sueño”, completa el relato Juan. Y más allá del diseño final, muchas de sus ideas, como la sala de conferencias o centralizar la recepción de todo el complejo, las transmitió en esas charlas de café. Y antes de su muerte, pudo ver el primer boceto.

El gran visionario, advirtió que la de las parejas, era una demanda que no estaba terminando de satisfacer el complejo, a diferencia de los grupos familiares.

La construcción de la estructura de dos pisos y dos mil metros cuadrados, insumió siete años, con el freno de la pandemia en medio. Además de su nombre, el auditorio para cien personas se denomina Alessandria y el restaurante Buongiorno, la primera palabra que salía de la boca del “nonno” cada mañana.

“En honor a aquel que nos enseñó que siempre hay que tener un proyecto y un viaje programado. Eso es estar vivo”, dispara en su presentación el sitio web del complejo Valle del Sol, que refleja el espíritu inquieto de Domingo.

“El sueño de tres generaciones”

El proyecto tiene una “arquitectura soñada y detalles de diseño en cada una de sus 18 habitaciones, todas diferentes entre sí”, apunta una reseña del establecimiento. Además, detalla que la propuesta gastronómica cuenta con “cuarenta cubiertos y una exclusiva carta diseñada para despertar los sentidos”.

Entre otras comodidades, posee un jardín vertical con fuentes de agua, una sala de coworking para 15 personas y un auditorio para un centenar de asistentes.

Esta nota salió publicada en el diario La Voz del Interior de la edición del 9/11/2023.

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