Contrastes

Un cuento de Soledad Perón Vecchio

Ella siempre tiene calor, yo siempre frío. En invierno, cuando hace realmente frío, no hace más que asombrarse del poco calor que tiene y de lo mucho que desea que no pasen las estaciones. Ella vive una vida práctica, se jacta de no perder tiempo en imposibles ni quimeras. Yo me sumerjo en libros y películas de ciencia ficción. Por las mañanas, se levanta temprano para planificar el día, desayuna moderado y escucha las noticias. Yo prefiero levantarme tarde, escuchar el canto de los pájaros mientras prendo sahumerios y se me hierve el agua para el mate. Ella sabe calcular cifras altas mentalmente y con mucha velocidad. Yo no puedo ni con operaciones sencillas. Ella es hermosa, tan hermosa que todos se detienen a mirarla cuando camina por la calle, con paso firme y segura de sí misma. Yo soy más bien simpática, y muy torpe. En la calle me tropiezo mucho y es la única ocasión por la que se detienen a mirarme. Tenemos muchos desencuentros en esta casa, porque ella busca siempre los espacios más oscuros, las sombras frías de cada rincón. Yo paso el tiempo persiguiendo cada rayito de sol que entra por las ventanas. Las visitas siempre se admiran de lo bien que cocina, de lo bien que sabe preparar una mesa y de la decoración que elige para cada evento, por chiquito que sea. De mi parte, la admiración de los amigos viene por el lado de mis comentarios, siempre fuera de tono por distraídos, o por mis inconvenientes para entender los chistes que todo el mundo engancha enseguida. Ella tiene imanes en los pies, yo tengo alas. Ella juega al póker con sus amigos. Yo con los míos canto canciones de moda en el karaoke.

Imagen: Jesi Checa

Es común el dicho de que los polos opuestos se atraen, pero en nuestro caso, algunos opuestos nos repelen hasta el hartazgo. Ella escucha música clásica que yo no tolero. Ella detesta las toallas mal colgadas que dejo en el baño y se enfurece. Ella se enoja con mesura, pero yo imagino la intensidad emocional que va por dentro. Me pierdo en su rostro taciturno y espero que la mesura la abandone algún día, para que los roles se desdibujen. Ella espera que yo me calme, que sea más silenciosa. Piensa que soy colérica e impulsiva, que debería cultivar la paciencia y la escucha atenta, gritar menos cuando me exaspera su alta capacidad de raciocinio, siempre en contradicción con mi insensatez también desmedida. Ella se irá algún día, conocerá ciudades de primer mundo y hablará idiomas de mucho prestigio social. Yo siempre me voy a quedar, porque las alas de mis pies ahora se parecen a sus imanes, y están echando raíces metálicas en esta ciudad de edificios enormes y gente que camina apurada. Ella querrá llevarme, porque me quiere. Yo querré seguirla, porque la quiero. Las dos sabemos que no será posible. Ella me enviará postales, como se hacía antes. Yo intentaré escribir cartas. Ella me va a olvidar, porque pensará que no es sensato conservar un vínculo que se diluye por la vida disímil de cada una. Yo la voy a recordar siempre, porque pienso que los vínculos que valen no se diluyen nunca. Ella siempre tendrá calor, yo siempre tendré frío. Ella será siempre igual a ella. Yo intentaré despegarme y olvidarme de querer ser, también, igual a ella.

La autora, Soledad Perón Vecchio, nació en Santa Rosa, La Pampa. Es correctora literaria y editora. Publicó cuentos en distintos medios digitales y antologías. Es gestora de proyectos culturales y literarios. Reside en la provincia de Córdoba.

1 comentario en “Contrastes”

Dejá un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Scroll al inicio