La historia del gran hotel que no fue

Este artículo, publicado en el diario La Voz del Interior en su edición del jueves 17 de octubre de 2002, intenta desentrañar algunos de los enigmas que disparan los tres hoteles en ruinas, de hace décadas. Pasan los años, y las moles abandonadas, siguen ahí, despertando curiosidad.

Lo que quizás era un gran living, que nunca llegó a estrenarse.

Villa del Dique. Tres imponentes edificios abandonados desde hace décadas y situados en la costa del lago del Embalse, en Villa del Dique, se erigen como testigos silenciosos de una época de opulencia que quedó atrás.

Están situados en el predio de 64 hectáreas que posee la Armada Argentina y que incluye tres kilómetros de costa, donde se levanta el “Parador Almirante Brown”, un cuidado complejo vacacional con cabañas y un hotel, que funciona desde la década del ‘50. Los hoteles, que son sólo ruinas, son visibles y llamativos desde el lago y desde algunas costas vecinas.

No es simple reconstruir la historia en ruinas de estos edificios, por la falta de documentación al respecto, pero algunos testimonios ayudan a intentarlo. Aunque no siempre son coincidentes.

Carlos Gutiérrez, administrador del complejo de la Armada desde 1984, protagonizó la transformación de lo que era una colonia de vacaciones exclusivamente para hijos y familiares de la obra social de la Marina, en un complejo con mayor apertura al público a través de convenios con otras obras sociales. Manifestó que la construcción de los hoteles se suspendió en 1949, por problemas económicos de la empresa constructora a cargo de la obra. Aseguró que la Marina nunca llegó a tomar posesión de los edificios, aunque se encuentran en su predio.

Los cimientos

A comienzos de la década del ‘40, el Gobierno nacional cedió en esta zona (con el lago del Embalse recién llenado), varias hectáreas al Ejército, a Aeronáutica y a la Marina. Pero fue la Marina, a través de su obra social (Diba), que en esa época destinaba el siete por ciento de lo recaudado al turismo, la única que concretó un proyecto, que logró cristalizarse en parte.

Gutiérrez aclaró que nada tiene que ver esta construcción en ruinas con el complejo hotelero estatal dedicado a turismo social embalseño, que comenzó a levantarse también por aquellos años. Y asegura que las obras no se completaron por problemas económicos de la empresa que la llevaba a cabo.

El mercado negro que afectaba a la industria del cemento y la orden del Gobierno nacional de enviar grandes cantidades de ese material a la isla Huemul, en Bariloche (donde a instancias del presidente Juan Perón, un científico austríaco desarrolló un proyecto sobre energía nuclear que resultó un fracaso), son apuntados como dos de los factores que incidieron en el abandono de las obras, cuando ya estaban avanzadas.

Luego de que se suspendieron los trabajos, el convenio fijaba un período de 15 años, etapa en la que sólo la empresa constructora podía actuar. Luego, ya no se consiguieron inversores para finalizar la majestuosa obra, aunque –aseguró Gutiérrez– algunas gestiones se realizaron.

Imponentes por su estructura, su ubicación, pegados al lago, y con una fantástica vista, fueron pensados con una concepción de turismo muy diferente a la actual: sólo uno de los tres hoteles proyectaba algunas pocas habitaciones con baño privado, lo que tampoco hacía tentador, ya en las décadas siguientes, la continuidad de la obra.

Entre los tres edificios, se estima que hubiesen sumado más de 500 plazas de alojamiento.

Entre las ruinas

El hotel A, el de mayores dimensiones, tiene 120 metros de longitud, tres pisos, más un subsuelo diseñado para funcionar como estacionamiento de vehículos y hasta la estructura de hierro del techo colocado. Las escaleras terminadas, un sector del frente recubierto en piedras, y algunos marcos de puertas y ventanas envejecidos por el paso del tiempo, aún pueden observarse, como el revoque en algunas de sus paredes, que nunca vieron la pintura.

Ya no se encuentran, pero hasta supo tener baldosas y otros detalles. Muchas personas “tomaron” materiales destinados a los hoteles para construir sus viviendas o hacer sus negocios. Y otros fueron destinados a obras públicas: para un edificio del Correo que aún no se terminó, para una escuela primaria y hasta para el cordón de una plaza, se llevaron las piedras cuyo destino eran, décadas atrás, los hoteles que hoy sólo son ruinas.

Otras versiones

En tanto, otras versiones recogidas en la zona –pero que nadie logra comprobar– indican que Eva Duarte, ya esposa del presidente Perón, se había interesado en esos hoteles para establecer su obra de turismo social, luego materializada en la Unidad Turística Embalse, que se hizo expropiando grandes extensiones de tierras a un privado. La negativa de la Marina de cederlos –dicen– generó una férrea oposición de parte de las autoridades del país hacia la obra, que habría influido en la suspensión definitiva de los trabajos. Pero esa hipótesis tiene escasos sostenedores.

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